Se cuenta que
cuando Alejandro Magno (siglo IV a.C.) llegó a Atenas como en todas las
ciudades que iba anexando a su proyecto imperial, quiso saber dónde se hallaba
la sabiduría del lugar.
No se sabe si
con intención de sorna o realmente porque así lo creían, le indicaron que el
más sabio era Diógenes, el cínico. Claro que Diógenes andaba desnudo haciendo
sus cochinadas por allí, insultando a todo el mundo y militando por la
destrucción de toda cultura. Alejandro lo buscó y lo encontró justo tirado en
el suelo junto a un tonel donde dormía, tomando sol. Se dice que ahí mismo
Alejandro lo aduló comentándole que según los atenienses él era el hombre más
sabio de la polis, y que por ello, lo quería premiar. Le dio carta libre para
que pidiera lo que quisiera. “Pídeme lo que quieras que te lo daré”, dicen que
le dijo Alejandro parado junto a Diógenes arrojado desnudo en el suelo.
Diógenes levantó la vista, lo miró fijo y le respondió: “Te pido una sola cosa:
que te corras porque me estás tapando el sol”. Los soldados amagaron con
detenerlo, pero Alejandro los disuadió diciendo: “Si no hubiera nacido
Alejandro, me hubiera gustado ser Diógenes”
Extracto
de “¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño tratado sobre la demolición)”
Darío Sztajnszrajber - Pág248-249. Ed.
Planeta. 2013.