LA ÚLTIMA VEZ
Darío
Sztajnszrajber
¿Cuándo fue la última vez que te
preguntaste?
No buscando una respuesta ni
encontrando una certeza, sino la última vez que te escapaste de lo cotidiano y
te detuviste. No por cansancio ni por desidia, sino porque sí.
¿Cuándo fue la última vez que te
detuviste y dejaste que todo a tu alrededor flotara? Como quien se anima a
desconectar las cosas, a quitarles su carácter de utilidad, a sacarlas de la
lógica del cálculo.
¿Cuándo fue la última vez que
hiciste algo que no sirviera para nada? Para nada ni para nadie, ya que las
servidumbres se presentan de formas muy misteriosas. Algo que no fuese pensado
desde la ganancia, el interés o el egoísmo.
¿Cuándo fue la última vez que
hiciste algo porque sí? No porque te convenía o porque lo necesitabas, o
incluso porque lo querías; sino porque sí.
O al revés: ¿cuándo fue la última
vez que la casualidad hizo con vos algo? No algo productivo, ni profundo, ni
siquiera algo en sentido estricto.
¿Cuándo fue la última vez que le
diste un abrazo a alguien? No a tus seres queridos ni a personas conocidas,
sino a “alguien”, no importa a quien.
¿Cuándo fue la última vez que diste?
No importa qué. Un regalo no vale por lo que es, sino que vale en tanto regalo.
Un regalo no vale. Un regalo no es. Se da y no vuelve.
¿Cuándo fue la última vez que te
abriste? ¿O que no te cerraste? ¿O que demoliste tus puertas? ¿O que dejaste
entrar al indigente? ¿O que ese otro irrumpió en vos y te llevó puesto?
¿Cuándo fue la última vez que
recordaste? No cuando vence la factura de gas o la fecha del examen, sino que
te recordaste como una trama, como una huella, como parte del relato en el que
te ves inmerso, como el deseo de querer seguir narrándote.
¿Cuándo fue la última vez que
lloraste? Simplemente lloraste. De alegría, de tristeza, da igual. Llorar, como
quien expresa en ese acto primitivo la existencia viva; como quien solicita,
pide, ruega, pero no reclama, ni exige, ni cree merecer.
¿Cuándo fue la última vez que te
perdiste? No en esta calle o en este trabajo o con este proyecto compartido.
Perderse, dejándose llevar por ese acontecimiento imprevisible, dejándolo ser.
El mundo está repleto de carteles y
señales. El mundo está lleno de héroes que te proponen un formato industrial
del ser uno mismo y una carrera exitosa basada en el afianzamiento de lo que
sos. No importa qué sos, sino abroquelarte en lo tuyo, o en los tuyos, y sobre
todo erigir los muros que hacen del otro y de lo otro algo invisible. Por eso
perderse, como quien pasea sin rumbo, o habla con una tortuga, o le pide perdón
a un helado por comérselo. Como quien se baja del colectivo para caminar por
esas calles extrañas, como quien encuentra una mirada que lo devuelve para
adentro y cae en el abismo.
¿Cuándo fue la última vez que tuviste
miedo? No por lo que te pudiera pasar, sino por pensar que tal vez nunca no te
pasara nada.
¿Cuándo fue la última vez que
preferiste la nada al ser, un olor a un concepto, un insomnio a un ansiolítico,
un árbol viejo a un ascensor?
¿Cuándo fue la última vez que te
traicionaste, que te animaste, que transgrediste, que te lanzaste, que tuviste
un sueño, que creíste, que descreíste, que te arrepentiste, que te afirmaste,
que te cuestionaste, que soltaste lo propio y te abriste a la pregunta?
¿Cuándo fue la última vez que te
preguntaste?
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