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miércoles, 10 de abril de 2019

La alegoría de la Caverna de Platón

Platón  (- 428 a – 347 a.C)

El mito de la caverna (República, VII)
 El libro VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna, que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al final del libro VI.




I - Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver?
- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
- Forzosamente.
- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
- No, ¡por Zeus!- dijo.
- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso-dijo.
- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho más-dijo.


II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
- ¿Cómo no?
- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
- Necesariamente -dijo.
- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.
- Claro que sí -dijo.

III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo.








Según la versión de J.M. Pabón y M. Fernández Galiano, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1981 (3ª edición)


sábado, 10 de diciembre de 2016

Leer da libertad: gestando un filósofo desde la infancia

Si todavía no tuvieron el placer de ver este corto, háganlo ya porque suelen sacarlo de Internet.
Cada vez que lo veo me parece más genial!


Mi amigo Nietzsche - Corto brasileño


viernes, 18 de marzo de 2016

¿Cuándo fue la última vez que...?


LA ÚLTIMA VEZ

Darío Sztajnszrajber


¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste?
No buscando una respuesta ni encontrando una certeza, sino la última vez que te escapaste de lo cotidiano y te detuviste. No por cansancio ni por desidia, sino porque sí.
¿Cuándo fue la última vez que te detuviste y dejaste que todo a tu alrededor flotara? Como quien se anima a desconectar las cosas, a quitarles su carácter de utilidad, a sacarlas de la lógica del cálculo.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que no sirviera para nada? Para nada ni para nadie, ya que las servidumbres se presentan de formas muy misteriosas. Algo que no fuese pensado desde la ganancia, el interés o el egoísmo.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo porque sí? No porque te convenía o porque lo necesitabas, o incluso porque lo querías; sino porque sí.
O al revés: ¿cuándo fue la última vez que la casualidad hizo con vos algo? No algo productivo, ni profundo, ni siquiera algo en sentido estricto.
¿Cuándo fue la última vez que le diste un abrazo a alguien? No a tus seres queridos ni a personas conocidas, sino a “alguien”, no importa a quien.
¿Cuándo fue la última vez que diste? No importa qué. Un regalo no vale por lo que es, sino que vale en tanto regalo. Un regalo no vale. Un regalo no es. Se da y no vuelve.
¿Cuándo fue la última vez que te abriste? ¿O que no te cerraste? ¿O que demoliste tus puertas? ¿O que dejaste entrar al indigente? ¿O que ese otro irrumpió en vos y te llevó puesto?
¿Cuándo fue la última vez que recordaste? No cuando vence la factura de gas o la fecha del examen, sino que te recordaste como una trama, como una huella, como parte del relato en el que te ves inmerso, como el deseo de querer seguir narrándote.
¿Cuándo fue la última vez que lloraste? Simplemente lloraste. De alegría, de tristeza, da igual. Llorar, como quien expresa en ese acto primitivo la existencia viva; como quien solicita, pide, ruega, pero no reclama, ni exige, ni cree merecer.
¿Cuándo fue la última vez que te perdiste? No en esta calle o en este trabajo o con este proyecto compartido. Perderse, dejándose llevar por ese acontecimiento imprevisible, dejándolo ser.
El mundo está repleto de carteles y señales. El mundo está lleno de héroes que te proponen un formato industrial del ser uno mismo y una carrera exitosa basada en el afianzamiento de lo que sos. No importa qué sos, sino abroquelarte en lo tuyo, o en los tuyos, y sobre todo erigir los muros que hacen del otro y de lo otro algo invisible. Por eso perderse, como quien pasea sin rumbo, o habla con una tortuga, o le pide perdón a un helado por comérselo. Como quien se baja del colectivo para caminar por esas calles extrañas, como quien encuentra una mirada que lo devuelve para adentro y cae en el abismo.
¿Cuándo fue la última vez que tuviste miedo? No por lo que te pudiera pasar, sino por pensar que tal vez nunca no te pasara nada.
¿Cuándo fue la última vez que preferiste la nada al ser, un olor a un concepto, un insomnio a un ansiolítico, un árbol viejo a un ascensor?
¿Cuándo fue la última vez que te traicionaste, que te animaste, que transgrediste, que te lanzaste, que tuviste un sueño, que creíste, que descreíste, que te arrepentiste, que te afirmaste, que te cuestionaste, que soltaste lo propio y te abriste a la pregunta?

¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste?

miércoles, 17 de febrero de 2016

¿Para qué sirve la filosofía? Por Dario Sztajnszrajber

Charla realizada en Rosario para la Facultad Libre por

Dario Sztajnszrajber




Hacer filosofía es una manera de pensar. Una buena forma de comprender su especificidad es diferenciarla de otros modos de ejercitación del pensamiento. En ese sentido, podemos decir que la filosofía intenta fundamentar el sentido de las cosas preguntándose por su ser. Intentar hallar las razones por las que las cosas son lo que son. Por eso, fundamentar es en realidad, llevar la pregunta a su última expresión, a su radicalidad.

De toda afirmación cotidiana o técnica, siempre es posible todavía preguntar por su ser, por el qué es, esto es, preguntar por qué. Hacer filosofía es entonces un ejercicio de repregunta permanente animado por el propósito de alcanzar una respuesta última sobre todas las cosas.

Programa http://facultadlibre.org/work/para-qu...

Ilustraciones en escena: Cris Rosenberg 
Realización: Martín Perez, Andrés Aseguinolaza, Patricio Irisarri. 

info@facultadlibre.org

Programa completo: http://facultadlibre.org/work/para-que-sirve-la-filosofia-por-dario-sztajnszrajber/

La charla desgrabada podés encontrarla en:

http://www.slideshare.net/mpsanchez/para-qu-sirve-la-filosofa-charla-de-dario-sz


martes, 16 de febrero de 2016

“En la realidad pasan muchas cosas pero si no estás vos, no hay historia” Miguel Rep


Hace poco, el genial dibujante Miguel Rep sacó una historieta –que en realidad era una postura filosófica- en donde en la parte de arriba había un volcán en erupción, una piedra, una enorme ola, otro volcán en erupción, y abajo estaba el niño azul –que es un personaje de Rep-, el niño azul no ingresaba en la historieta, no estaba en ningún cuadrito. Y la leyenda decía: “En la realidad pasan muchas cosas pero si no estás vos, no hay historia”. ¿Qué significa esto? Que la naturaleza no tiene historia. Que si un volcán hace erupción es un hecho más de la naturaleza, pero si a los pies de ese volcán está la ciudad de Pompeya, es una tragedia. O sea, son los proyectos del hombre los que le dan tragicidad a la naturaleza. El petróleo no le interesaría a nadie si no fuera porque es usado como combustible, para la industria armamentística y para miles de otros fines. O sea que si no hubiera petróleo en Irak, EEUU no estaría ahí, no tendría el proyecto de ir a Irak. Si hubiera arvejas, no iría a Irak. Entonces, es el proyecto humano el que le da importancia a las cosas del mundo. El hombre es el que le da un sentido al mundo.



José Pablo Feinman - Filosofía: Aquí y Ahora





El oficio de pensar, por Umberto Eco

El oficio de pensar
UMBERTO ECO                                                                                                              5 DE NOVIEMBRE DE  1987

U
n quinceañero me preguntó hace unos días, en un momento de confidencia: "Pero, perdone: ¿cómo definiría usted su oficio?". Le respondí por instinto que mi oficio era el de un filósofo, cosa admitida por la ley, ya que estoy doctorado en Filosofía y honrado con libre docencia en materia filosófica. Me siento filósofo por culpa de Giacomo Marino. Este verano he ido a Pinerolo a conmemorarlo porque había sido mi profesor de filosofía en el instituto Plana de Alessandría. Marino ha demostrado que se puede ser un filósofo -es decir, un pensador- aunque se esté condenado a ser profesor de filosofía. No sólo me ha enseñado filosofía cuando me explicaba a Descartes o a Kant, sino también filosofía cuando respondía a preguntas tan insensatas como éstas: "¿Quién era Freud?", "¿Qué es un leit-motiv en Wagner?", "¿Es lícito practicar el boxeo?". Así causó Giacomo Marino un gran disgusto a mi padre, que quería que yo fuera (como era inevitable en Piamonte) abogado.
Amar la filosofía y practicarla profesionalmente es un extraño oficio. Se es un pensador. A veces, me percato mie
ntras estoy trabajando de que me abandono sobre la silla, con los ojos fijos en un punto, y dejo divagar mi mente aquí y allá. Y, como es natural, mi moralismo de ex católico se despierta: estoy perdiendo el tiempo. Luego me recompongo: ¿acaso no estoy ejerciendo la profesión de pensador? Y, por tanto, es justo que piense.
Errónea idea: un pensador piensa, pero no en los momentos dedicados al pensamiento. Piensa mientras toma una pera de un árbol, mientras cruza la calle, mientras espera que el funcionario de turno le entregue un impreso. Descartes pensaba mirando una estufa.
Cito de dos textos contemporáneos (uno voluntariamente degradado y otro voluntariamente degradante): para Fleming, "James Bond se sentaba en el área de salida del aeropuerto de Miami después de dos dobles de bourbon y reflexionaba sobre la vida y la muerte". Para Joyce, al final del capítulo cuarto de Ulises, Leopold Bloom está sentado en la taza (si se me permite, está cagando) y reflexiona sobre las relaciones existentes entre cuerpo y alma. Esto es filosofar. Utilizar los intersticios de nuestro tiempo para reflexionar sobre la vida, sobre la muerte y sobre el cosmos. Deberíamos dar este consejo a los estudiantes de filosofía: no apuntéis los pensamientos que os vengan a la cabeza en el escritorio de trabajo, sino los que se os ocurran en el retrete. Pero no se lo dígáis a todos, porque llegaríais a la cátedra con mucho retraso. Comprendo, por otro lado, que esta verdad pueda parecer ingrata a muchos: lo sublime no está al alcance de cualquiera.
Pero filosofar significa también pensar en los otros, especialmente aquellos que nos han precedido. Leer a Platón, Descartes, Leibniz. Y es este un arte que se aprende lentamente. ¿Qué quiere decir reflexionar sobre un filósofo del pasado? Tomar en serio todo lo que ha dicho es como para abochornarse. Ha dicho, entre otras cosas, un montón de estupideces. Honestamente: ¿hay alguien que sienta que vive como si Aristóteles, Platón, Descartes, Kant o Heidegger tuvieran razón en todo y para todo? ¡Vamos, hombre! La grandeza de un buen profesor de filosofía está en hacernos volver a descubrir a cada uno de estos personajes como hijos de su tiempo.
Cada uno ha tratado de interpretar su experiencia desde su punto de vista. Ninguno ha dicho la verdad, pero todos nos han enseñado un método de buscar esta verdad. Es esto lo que hay que comprender: no si es verdad lo que ha dicho, sino si es adecuado el método con el que han tratado de responder a sus interrogantes. Y de este modo un filósofo -aunque diga cosas que hoy día nos harían reír- se convierte en un maestro.
Saber leer así a los filósofos del pasado significa saber redescubrir de improviso las fulgurantes ideas que han expresado. Un ejemplo: Bacon ha sido el filósofo de la ciencia moderna. Si hubiéramos tomado al pie de la letra lo que escribió, la ciencia moderna no existiría. Además, ha sido un personaje ambiguo como modelo ético. También ha estado en prisión, aunque no se sepa muy bien si como Gramsci o como Licio Gelli. Pobre Francisco, tratemos de ponernos en su lugar. Abro por azar su De dignitate et argumentis scientiarum, y leo que es tan erróneo sobravalorar el pasado como sobrevalorar el presente. Pero que, a fin de cuentas, la antigüedad es la juventud del mundo, mientras que el único tiempo viejo y antiguo es aquel en el que vivimos (De dignitate, 1,28).
¡Qué hermosa idea para un precursor de la ciencia moderna!


Traducción: Daniel Sarasola.



jueves, 15 de enero de 2015

lunes, 12 de enero de 2015

El intruso - Jean-Luc Nancy

¿A dónde está el otro? ¿Afuera o adentro? Hay un filósofo francés llamado Jean Luc Nancy [1] (1940/…) que hace unos años sufrió una enfermedad cardíaca degenerativa que solo podía resolverse con un trasplante de corazón. El trasplante lo salvó y obviamente cambió su vida e impactó de lleno en su filosofía. Al poco tiempo lo convocaron a disertar a un congreso en Europa sobre la cuestión del extranjero, y Nancy decidió allí narrar la experiencia de su trasplante. No fue casual, su propio corazón lo estaba matando, pero fue el corazón anónimo de un otro el que lo salvó. Lo propio lo estaba destruyendo; lo extraño le dio vida. ¡Qué paradoja! Nancy decidió titular su disertación con el nombre de “El intruso”. ¿Cuál corazón era el intruso? ¿El ajeno o el propio? 



El texto completo está disponible en: http://www.slideshare.net/mpsanchez/el-intruso-jean-luc-nancy


[1] Recibió un trasplante de corazón. El corazón intruso de Nancy, ese que le hace decir "Está el intruso en mí, y me convierto en extranjero para mí mismo," es también el que pulsa y lo pulsa, el que lo im-pulsa. El corazón tiene un beat que golpea, se abre y se cierra, diástole y sístole, como si fuera (un) inconsciente.”